Hubo
un tiempo en que los responsables políticos hablaban del cambio.
El
cambio no sólo estuvo presente como eslogan en distintas campañas
electorales, también “el cambio” se convirtió en la "bandera" a ondear, el "argumentario" a
defender y hasta la "meta" a alcanzar.
Tanto
fue así que algunos, ingenuos, hasta creyeron ciegamente en él. Fueron
tiempos holgados en que se podía "planificar" el futuro con sosiego. La
revolución no tenía que ser inminente, se podía “controlar”. El “control” ... eso
tan querido y amado por nuestros dirigentes.
Hubo
un tiempo en que el discurso social “vendía bien”. Mujeres, jóvenes, inmigrantes…los
hubo tan osados que hasta llegaron a sostener firme y públicamente que el futuro pasaba por ahí.
No
concretaron a qué futuro se referían, pero debía ser un futuro lejano porque a
las mujeres casi les llegó la menopausia y, por aquello de la igualdad de
oportunidades, a los jóvenes, “la pitopausia”.
¿Se
trataba de una estrategia para permanecer el mayor tiempo posible gobernando? Pues cada cual que piense lo que quiera, mi opinión particular es que era y sigue siendo una estrategia
perfectamente urdida y adornada de satélites coloreados, jóvenes y femeninos.
Pero
el tiempo pasó y la tormenta llegó, tiempos difíciles y convulsos en los que
los mismos que vitoreaban el cambio decidieron que ahora debía primar la
experiencia. Y fue así cuando, tras acertar las respuestas, nos cambiaron las
preguntas. Y ahora el cambio es "el recambio".
“Se nos rompió el cambio de tanto usarlo”
APL
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