Barcelona, julio 2012 |
El mes de mayo se ha despedido de una forma vergonzosa, pero es que junio no ha empezado mejor. No me refiero a la crisis, ni a las cifras de paro sino a la violencia machista, a la cantidad de agresiones y de asesinatos de mujeres. Me refiero a que nos están maltratando y matando sin parar.
Se ha dado la circunstancia de que algunas de las agresiones han sido perpetradas ó “presuntamente” perpetradas por deportistas: un jugador del Real Betis Balompié , un ex entrenador del Cajasol y anteayer mismo un “maestro shaolín” en Bilbao… “hijoputas” varios, en palabras de Gonzalez Pons.
Pero igual podía haberse tratado de bomberos, músicos, escritores, políticos, o saltimbanquis. El problema no es la profesión del maltratador, el problema es que el maltrato se ha colado por cada poro de esta sociedad, se dedica a cualquier oficio, no tiene clase social y se refleja demasiados espejos.
Y como para todo, no es lo mismo una línea política que otra. Eso es obvio. Los partidos progresistas suelen (o solían) apostar más por los problemas sociales y por las personas en situaciones de mayor desprotección. En este sentido hay que reconocerle al PSOE (y al Gobierno de Zapatero) un trabajo serio y una apuesta valiente.
Los partidos conservadores suelen “lavar la cara” con normas o leyes muy estéticas pero poco efectivas. Y es que el hecho de que se tomen decisiones políticas o se elaboren leyes enfocadas a un problema concreto, como pudiera ser la violencia de género, sirve de poco, si el conjunto de decisiones de un gobierno o la normativa general no acompaña para alcanzar el objetivo.
Para entendernos, ¿de qué sirve que PP anuncie una “Estrategia Nacional 2013-2016 para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres” si en la práctica sólo les falta mandarnos a casa a “hacer punto de cruz”? ¿De qué sirve que denuncien públicamente la violencia si después imponen una reforma laboral que debilita la negociación colectiva y favorece las desigualdades entre mujeres y hombres en las empresas? ¿De qué sirve que “Macho-Pons” los llame “hijoputas” si luego “Mrs-Mato” no se atreve a vocalizar “v-i-o-l-e-n-c-i-a d-e g-é-n-e-r-o”? Son contradicciones del sistema.
Pero ¡ojo! Porque hay otro número importante de “contradicciones” que no son patrimonio de la derecha. También son prácticas habituales en “entornos de izquierdas” o progresistas. Son los “micromachismos” que practicamos todos los días y que nos llevan hacer de esta sociedad una sociedad poco igualitaria y un perfecto caldo de cultivo para esa misma violencia que queremos erradicar.
Está muy bien que “señores muy señoreados de esos que nunca van mojados”, denuncien públicamente los asesinatos de mujeres. Pero yo, además, les animaría a que revisasen su comportamiento cotidiano, con sus colegas de profesión, con sus compañeras de partido, de sindicato o de asociación. Con sus jefas, con sus médicas, con sus “gobernantas”.
No vaya a ser que, inconscientemente, en lugar de restar estemos sumando a esta barbarie. No vaya a ser que cuando nos miremos al espejo nos quedemos cortos de miras, y no seamos capaces de ir más allá de la madre, esposa, hija o hermana (que para ellos son intocables).
Libérense de ese "paternalismo rancio" y vayan más allá, revisen su comportamiento diario porque igual la clave contra la violencia de género tenga que ver con eso. Con reeducarnos y aprender aquello que no nos enseñaban en las escuelas de antaño.
Esta crisis está teniendo unos efectos devastadores, pero entre otras cosas, también se está ocupando de dejar al descubierto las contradicciones del sistema, de las instituciones y de las personas. La calle está rechazando aquello que no es auténtico, los dobles discursos afortunadamente están en peligro de extinción.
Siempre que me refiero a la violencia de género me gusta recomendar el excelente material que elabora FETE UGT, en sus distintas campañas “Educando en Igualdad”. Porque sólo la educación puede acabar con los crímenes machistas.
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