miércoles, 20 de febrero de 2013

¿Brecha salarial o brecha mental?



Las mujeres andaluzas cobramos 4.813 euros menos al año que los hombres.

¿Los motivos? Principalmente dos, la mentalidad machista que aún contamina nuestra sociedad y que a los empresarios les resulta muy rentable que la mayoría de la población sea mano de obra barata. Lo denunciamos cada 22 de febrero.

En términos generales se tiende a simplificar el asunto, cosa que a su vez dificulta la comprensión de éste. Cuántas veces habré oído, eso de: “que las mujeres cobren menos que lo hombres no es verdad, mis compañeras cobran lo mismo que yo” (AMÉN). Los casos en los que dos personas con una misma categoría profesional perciban salarios distintos están prácticamente erradicados, afortunadamente, y en el caso de detectar alguno, con una simple denuncia a la Inspección de Trabajo el asunto queda resuelto.

La cosa no es tan sencilla. La brecha salarial o desigualdad retributiva es una suma de muchas discriminaciones a lo largo de nuestra vida laboral además de ser una de las más invisibles. 

En primer lugar seguimos encabezando las listas del paro, nos incorporamos más tarde al mercado laboral y a pesar de estar mejor formadas, lo hacemos en condiciones más precarias. Casi el 80% de los contratos a tiempo parcial son ocupados por mujeres y el 35% de las mujeres ocupadas además lo hace con un contrato temporal.

Nuestras “intermitencias” laborales, es decir nuestras entradas y salidas del mercado laboral, también son determinantes en la caída de nuestras retribuciones y cotizaciones a la seguridad social. 

Y es que, a diferencia de lo que ocurre en los países nórdicos, aquí no logramos desprendernos de ese rol de cuidadoras de familiares y del hogar, del rol reproductivo. Por tanto las reducciones de jornada, las excedencias, las bajas voluntarias y, también hay que decirlo, los despidos por o para hacer uso de los derechos derivados de la maternidad o del cuidado de menores, mayores o personas enfermas siguen recayendo en nosotras.

Más directamente relacionadas con el marco legal  en las empresas, hay tres casos que deben ser especialmente vigilados:

   - Categorías profesionales con distinta nomenclatura, similares funciones y retribución menor para la categoría feminizada, ejemplo claro, peón de mantenimiento y limpiadora.

    - Pluses o complementos. Los pluses de antigüedad son percibidos principalmente por los varones pues ellos consolidan antes su puesto de trabajo. Concretamente en el sector industrial este plus provoca una desigualdad retributiva del 30%. El caso del plus de disponibilidad es similar pues, nuestra disponibilidad horaria es mucho menor que la de nuestros compañeros debido a que, como decía asumimos casi en exclusiva la “conciliación” de la vida familiar y laboral. Los pluses de penosidad y peligrosidad, muy vinculados a profesiones masculinizadas como el sector de la construcción, suponen premiar económicamente el esfuerzo físico. Sin embargo las profesiones feminizadas que cuentan con otro tipo de riesgos como los posturales o los psicosociales difícilmente ven compensadas tales cuestiones económicamente. 

     - Asimismo el techo de cristal tiene obvias consecuencias en la brecha salarial. Accedemos en menor porcentaje a esas categorías profesionales que están mejor retribuidas.

Y sumando, sumando llegamos al final de nuestra vida laboral no sólo habiendo cobrado menos, sino habiendo cotizado también menos. ¿Consecuencia? Unas paupérrimas pensiones, con una media del 31% menos que las de nuestros compañeros. Por supuesto las "perceptoras estrella" de las pensiones NO contributivas: nosotras.

Si bien desde UGT llevamos denunciando y trabajando sobre este asunto desde el año 2008, la cosa no pinta nada bien estos días. No sólo por la crisis sino por las medidas que se están llevando a cabo para, “en teoría” que no “en la práctica”, salir de ella. 

El recorte en los servicios públicos es directamente un ataque hacia las condiciones laborales de las mujeres. Pues unos servicios sanitarios, educativos y unos servicios para personas dependientes suficientes y de calidad, nos permitieron a nosotras un día distanciarnos del espacio privado y salir al mercado laboral. El recorte precisamente en estos servicios puede ser el comienzo de nuestra vuelta a casa.

La reforma laboral aprobada por el gobierno del Partido Popular también tiene un efecto demoledor para este tema. Difícilmente la discriminación salarial es detectada directamente por una trabajadora individual en nuestro país, es el análisis de los convenios colectivos, la estructura salarial y las categorías profesionales es lo que permite a los representantes legales de los trabajadores detectar las discriminaciones. Si se limita la capacidad de actuación y de vigilancia de la negociación colectiva como se ha hecho, damos pasos atrás.

La clave como en muchos otros problemas es la educación. Hay un problema educacional. Las desigualdades son mucho menos toleradas y se combaten mucho más en sociedades donde la igualdad entre mujeres y hombres forma parte de la agenda diaria en las familias y de los libros de texto en los centros educativos.

Sin igualdad salarial, no habrá igualdad social.

Os invito a consultar el informe que hemos elaborado 


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