La
indignación empieza a salirnos hasta por las
orejas; el vaso ha rebosado en distintas formas, una de ellas “las mareas”: la
blanca, la verde, la violeta…. Pero es justo “contra viento y marea” la manera
en que este gobierno ha decidido dirigir el país.
Estamos
atrapados en el vaivén político al que nos someten quienes cada cuatro años
deciden sobre nuestras vidas. No es habitual que la puesta en escena de la
alternancia política sea tan traumática y suponga un impacto como el actual
sobre la ciudadanía, por más que cada opción política tenga su orientación
ideológica
El
Partido Popular se ha empeñando en no dejar títere con cabeza. Con la manida
crisis como coartada no hay palo que no toque. Con la situación económica por
bandera se terminan inmiscuyendo hasta en nuestra vida sexual y reproductiva.
Aprovechan la situación económica para realizar una contrarrevolución
conservadora.
El
“modus operandi” es primero amagar, luego golpear y finalmente noquear. Anuncian
el recorte de turno, después esperan y observan la reacción ciudadana, que es
de confusión absoluta y de rechazo ante la pérdida de derechos consolidados, y
finalmente, pasado un tiempo, cuando ya “nos hemos hecho a la idea”, entonces
decretan y ejecutan.
Es
tal el efecto “shock” que cuesta llevar la cuenta al día. Modificación del
código penal, recortes en sanidad y en dependencia, derechos de las mujeres escrachados,
tijeretazo en los derechos laborales y un largo etcétera conforman un “totum
revolutum” en medio del cual, hay algo especialmente importante y que no
podemos pasar por alto: la educación.
El
ministro Wert, uno de los brazos armados del presidente,
ya lo advirtió “si hay que cambiar la
ley se cambiará", y vaya si ha tardado poco el cambio prometido: el último Consejo de Ministros aprobó la impopular LOMCE.
El gobierno tiene su hoja de ruta bien marcada y
pretende asegurarse de que, cuando lleguemos al final del camino, cualquier
retorno sea lo más complicado posible. Por eso es clave la educación.
Tocar la educación es tocar los cimientos de una
sociedad entera y desequilibrarla. Facilitar o dificultar a la gente el acceso a
la educación y a la cultura es hacer de un derecho para todos un lujo para las
élites. Las sociedades, los países, el mundo necesitan para crecer personas formadas
intelectual y emocionalmente.
No es lo mismo un pueblo
ignorante que una ciudadanía sabia, claro que es una cuestión ideológica señores del PP.
O de adoctrinamiento, como ustedes mismos lo llamaban cuando se referían a la
asignatura “Educación para la Ciudadanía ”.
Ustedes no quieren
personas libres de pensamiento, con opinión propia ni con capacidad crítica.
Por eso sus leyes diferencian, distinguen, segregan, separan, dividen
y aborregan.
Claro
que es una cuestión ideológica. Nada más sano a veces que echar la vista atrás.
Fue la II República
precisamente una de las etapas más convulsas, pero también de importantes conquistas que
hicieron mella en la memoria colectiva. Ocurrieron cosas tan esenciales
e innovadoras a la
vez, como que la enseñanza religiosa en la escuela pública pasó de
obligatoria a voluntaria, se llevó a cabo una de las mayores alfabetizaciones de la población que haya conocido la
historia de este país, el acercamiento al pueblo de la
cultura, del cine, del teatro, de actividades diversas, hasta
bibliotecas ambulantes. Se aprobó la ley del divorcio,
se celebraron las primeras elecciones con sufragio femenino,
el aborto fue legalizado. Una época también en
la que el derecho
laboral se vio ampliamente beneficiado y
con ello la clase obrera. Destacaron leyes como la de la jornada
máxima, la contratación laboral, la regulación del derecho a la huelga, el
aumento de salarios, etc.
Generaciones
como la mía nos indignamos porque tenemos educación, hemos crecido impregnados de valores enormes,
como la solidaridad, la responsabilidad, la tolerancia, la empatía, la igualdad
y la justicia social. Nos
revolvemos porque sentimos que nos roban nuestra herencia y gritamos porque no
queremos seguir su hoja de ruta.
Tan
importante es la educación que, con toda probabilidad, su modificación determine
los futuros niveles de indignación. Una educación basada en criterios elitistas,
en función de la renta, es una semilla de pobreza para el futuro que será
complicado revertir.
¡Quién sabe si futuras generaciones educadas en otro modelo tendrán esa posibilidad! La de la indignación, digo.
¡Quién sabe si futuras generaciones educadas en otro modelo tendrán esa posibilidad! La de la indignación, digo.
APL
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