Tal día como hoy murió, hace 88
años, Pablo Iglesias, el fundador de la UGT. Mucho dista la situación del sindicalismo de entonces con
el de ahora. Probablemente si Pablo levantara la cabeza, no sabría ni por dónde
empezar.
Que la situación actual del la UGT en Andalucía es más que grave no lo duda
nadie a estas alturas. Al menos en algo hemos avanzado porque sólo cuando
tenemos el diagnóstico claro, buena voluntad y ganas de trabajar por cambiar las cosas somos capaces de
tirar adelante.
Pero hay dos opciones una vez reconocida la situación. La actitud inmovilista y conservadora: esperar que todo cambie sólo una vez
que pase la tormenta y, en todo caso, si la situación aprieta demasiado, echar
mano de la vieja estrategia de la “cabeza de turco” que puede ser algún
trabajador (al que despedir) o ex dirigente (al que meter en “Comisión de
Garantías” para expulsar). O como segunda opción está la actitud inconformista y
proactiva que podría devolver al sindicato a la vanguardia:
aprovechar la situación para sanear y regenerar. Opción ésta última en la que
con toda probabilidad habría que reconocer errores e incorporar a la parte
crítica también en los órganos de decisión.
No soy muy veterana en esto de las crisis del sindicalismo, a
pesar de llevar un tercio de mi vida militando en él. Los viejos del lugar (y
hablo de “los viejos” con todo el cariño y respeto porque de ellos he aprendido
mucho) me cuentan “que cuando la
PSV” también fue muy grave, pero “tenemos 125 años y somos
una gran organización, no van a acabar con nosotros tan fácilmente”. Esta frase
implica dos cosas, por un lado la “herencia recibida” como algo intocable y
sagrado y por otro, la trampa de diferir toda la responsabilidad en “los otros”
sin pararse a pensar qué se ha hecho mal, no todo es “ataque mediático de la derecha”, y en su caso, si lo
fuere ¿qué estamos haciendo para contrarrestarlo?.
Esto último me lleva a pensar que “los viejos del lugar”, sabios
por su edad, son también conservadores por su experiencia. Conozco a muchos de
ellos, muchos cuyo verdadero altruismo podría ser clave para ayudar a impulsar
el cambio. Pero conozco a muchos otros cuyo egoísmo les lleva a agarrar la organización entre sus toscas manos,
apretarla bien fuerte como si de una propiedad personal se tratase y con la
presión hacerla saltar en añicos como ha ocurrido en el caso de UGT Andalucía, donde los segundos, los egoístas,
ganaron la batalla del poder y la seducción a los primeros, los altruistas, que
acabaron sometidos.
Un día, allá por septiembre de
2009, me vendieron la moto de la regeneración y del cambio,
de la incorporación de perfiles más actuales que impregnaran de savia nueva y
que estuviesen preparados para, en un futuro no muy lejano, dirigir la
organización. Concretamente me la vendió Manuel Pastrana el propio Secretario
General de UGT Andalucía en aquel momento. Y sí, yo se la compré.
Pero lo peor de todo es que le compré más motos, la del staff de los
vicesecretarios, liderado precisamente por el entonces vicesecretario de
organización Francisco Fernández Sevilla. En palabras literales del
propio Pastrana “a lo largo del mandato las vicesecretarías irían dando un paso
atrás y las secretarías adelante hasta estar completamente preparados para
dirigir el sindicato”. Fue así como nos colocaron una especie de “tutor
inseparable”, en mi caso tutora, que dirigida y orientada por el propio
Fernández Sevilla terminó agriando la savia nueva, sometiendo toda espontaneidad y claramente
invisibilizando nuestro trabajo. En lugar
de abrir paso, cerraba cualquier posibilidad de autonomía, bloqueaba cualquier
forma de trabajo e iniciativa que nada tuviera que ver con el pasado. Todo ello acompañado de
un Secretario General al que cada vez veíamos menos y con el que ya casi no
había forma de “despachar”.
Cuando me di cuenta, como dice
mi amigo Alfonso, tenía el garaje lleno de motos,
y ninguna andaba. El staff o “La
élite del pétit comité” a
la que describo en mi artículo de fecha 25 de octubre de 2012, terminó
secuestrando el cambio y fue entonces cuando el cambio se convirtió en el
recambio, como también describo el “El
manido cambio”.
Lógicamente decidí no continuar
formando parte de una ejecutiva liderada por Pastrana o por Fernández Sevilla,
así de claro pero con palabras algo menos educadas se lo manifesté a los
secretarios generales de los que dependo, el sector del comercio, la
hostelería, el turismo y el juego. Me “desliberé” y me fui a mi empresa donde
la labor sindical siempre ha sido muy necesaria. Mientras, el resto del Staff y
de “compañeros leales” siguen liberados y recolocados en fundaciones en las que
no se sabe muy bien que labor desempeñan, pero supongo que serán muy útiles
para seguir bloqueando e impidiendo el cambio y la regeneración.
Estoy segura, y así me lo hacen
llegar estos días por las redes sociales entre otras vías, que mi experiencia
personal es la de muchas otras personas que han ido pasando por esta más que
digna organización. Unas se han ido aburridas, tirando la toalla, otras
se trasformaron para sobrevivir, convirtiéndose en grises ejecutores, y otras,
simplemente hacen lo que pueden, ignoradas en algún rincón. Y lo peor es que
algunos aún se rasgan las vestiduras cuando ven proliferar las distintas
plataformas sociales.
Creo que merece la pena superar
los sinsabores, seguir luchando y aportar en positivo al horizonte que se abre
y que algunos pretenden cerrar con pestillo. En un momento como el actual en el
que todo está en cuestión no sólo los sindicatos, también los partidos
políticos, el resto de instituciones e incluso la forma de organizarnos, no
puede caber la duda de sindicatos sí o no, en todo caso qué tipo de sindicato
queremos. Los sindicatos tienen una más que demostrada
trayectoria de conquistas sociales.
Se hace necesario poner en valor la utilidad del sindicalismo y ahí tienen un papel
protagonista esas personas que están en primera línea, en los comités de
empresas, esos que cuentan con una mayor representatividad por
el simple hecho de que los votan afiliados y no afiliados. Esos que se parten
el cobre con el empresario en las mesas de negociación para arrancarle mejoras
colectivas para sus representados.
También es un momento
apasionante para tomar distancia, hacer un análisis más profundo de la realidad
socio-laboral y proponer cambios que nos permitan construir un sindicato más moderno, más útil y más ágil, que
responda de manera eficaz a los problemas que este Estado, secuestrado por un
partido ultraconservador como el PP, pretende cronificar.
Me parece que sería muy
positivo que el sindicato y sus dirigentes empezasen a analizar qué problemas
tiene la ciudadanía y por qué nos son capaces de superarlos. Y hablo de
analizarlos al margen de esas comisiones de trabajo esos foros perfectamente
controlados en los previos de los procesos congresuales, esos en los que no
todos participamos. Es imprescindible mejorar la representatividad y poner en
marcha nuevas iniciativas:
Por
una cuestión de espacio no ahondo mucho más en estas ideas, pero aquí las dejo
y las desarrollaré en futuros artículos.
1. Hay que eliminar la brecha generacional, los
jóvenes deben formar parte de las ejecutivas, dejarles actuar y hacerles sentir
que se comparte el espacio con ellos en igualdad de condiciones. Un sindicato
no puede permitirse proyectar una imagen envejecida. El perfil gris de señor
que ha superado los cincuenta con unas condiciones laborales dignas no es
actualidad.
2. Hay que eliminar la brecha de género. El techo de
cristal y la segregación horizontal de mujeres en el sindicato hay que
superarla. Un sindicato no puede proyectar una imagen machista. Las mujeres, la
mitad del mundo, tenemos mucho que decir y opinar, también gestionar. Feminismo
y sindicalismo deben ir de la mano.
3. Acabar con las conductas mas propias del clasismo que del
sindicalismo, me
refiero al tanto tienes, tanto vales. Las federaciones y los territorios más
grandes no deben imponerse sobre los demás sino solidarizarse. En demasiadas
ocasiones los equilibrios de poder y las cuotas territoriales y sectoriales
impiden poner en la dirección del sindicato a las personas más capacitadas.
4. Dada la situación en las
empresas, además de contar con un gabinete jurídico lo más potente posible y a la altura de las necesidades
actuales, podría recuperarse la llamada “caja de resistencia” para huelgas y paros.
5. Promover una federación de
personas en búsqueda de empleo, quizás les sería más fácil organizarse y buscar
alternativas así que como se encuentran en la actualidad, como personas paradas con
cuota especial en los distintos sectores (en general al que pertenecían en el
último empleo).
6. Promover la autonomía y la gestión de los recursos económicos.
Si los recursos se centralizan como ocurría en UGT Andalucía, las secretarías
cuentan con una especie de “poder prestado” y no pueden responsabilizarse de una
propia gestión económica. De la misma manera cuanta mayor autonomía
económica tengan los sectores y territorios, más libres serán para poder
ejercer la crítica, que siempre es positiva.
7. Trabajar codo a codo con las
asociaciones de consumidores para avanzar en el concepto trabajador=consumidor.
Cada persona es distribuidora a la vez que perceptora de la riqueza, lo que le
otorga una mayor fuerza frente al empresariado y al propio gobierno.
8. Acercamiento a las empresas de economía social para avanzar en un modelo de
relaciones laborales que respete al trabajador y sus derechos y puedan
convertirse en competencia de las empresas al uso con modelo obsoleto y
explotador.
9. Trasladar de una manera
clara la importancia de la financiación publica para los sindicatos poniendo en valor
y siendo capaces de trasmitir al conjunto de la ciudadanía de una manera
didáctica la utilidad de los sindicatos para el día a día de cada persona y
para el conjunto de la sociedad.
10. Transparencia absoluta en las cuentas del sindicato.
Hacer público cada euro que entra y a qué se destina, por ejemplo en la web del
sindicato.
Vamos tarde. Los sindicatos corren el riesgo
de que cuando sean conscientes de que necesitan una transformación, se pongan
en marcha y lleguen al destino, el paisaje puede que haya cambiado tanto aquí
fuera que se encuentren con la surrealista situación de que tengan que volver a
empezar y trabajar en un nuevo cambio.
APL