domingo, 24 de julio de 2011

¿Una oveja “descarriada”? o ¿Una nueva masacre en la historia de la Humanidad "en el nombre de Jesucristo-nuestro-señor-amén"?


CONSTERNACIÓN…

Es la palabra que, este fin de semana negro, más leo en la red y la que también define el sentimiento que me invade a mí y a las personas que me rodean al ver las noticias e imágenes de este sábado en la isla de Utoya.

Según las primeras investigaciones sobre el asesino, se trata de un fundamentalista cristiano que además militó en un partido xenófobo… completito.

Y no me extraña la inclinación política y religiosa, pues resulta que los mayores crímenes de la humanidad se han perpetrado “bajo el manto” de instituciones conservadoras y ancladas en otra época como la iglesia católica , no hay más que echar un vistazo atrás y recordar, por ejemplo la conquista de América, llevada a la pantalla de una manera tan real por Roland Joffé en la película “La Misión”.

¿Qué se puede esperar de una institución salpicada día si, día no,
por escándalos sobre prácticas habituales de pederastia?

Una institución que cree en la caridad ejercida
desde la supremacía y la omnipotencia,
es decir, en la protección de los más débiles como pobres seres inferiores.

Nunca lucharon, defendieron ni creyeron en el estado social, de derechos, es decir, una sociedad donde, por el hecho de ser ciudadanos y ciudadanas,
todas las personas: pobres, ricas o a medio camino,
generásemos y disfrutásemos de PLENOS DERECHOS
sin tener que sentirnos pedigüeñas.

Claro que esto quizás dejaría en evidencia el “tinglado” que algunos tienen montado “en el nombre de Dios”.

¿Qué se puede pensar de una institución que considera a la mujer (costilla de Adán)
un ser inferior, responsable de todos los pecados del mundo
e indigna de participar en los espacios públicos?

Espero que al menos salgan diciendo eso, “que se trata de una oveja descarriada, un feligrés incontrolado”… De punta se me ponen los vellos al pensar que se hubiese tratado de un sindicalista, ni imaginar quiero los titulares de El Mundo, ABC o Intereconomía…

Para terminar os dejo dos reflexiones en este post:

Por un lado, cada vez que tenemos noticia de un acto violento, desde un robo, pasando por un asesinato y llegando a una masacre, difícilmente nos encontramos a una mujer detrás (y no será por una proporción matemática, pues somos algo más de la mitad de la población). Esta realidad no hace más que reafirmarme en mi convicción, somos distintas, y desde esa diferencia (también en nuestro comportamiento) tenemos mucho que aportar a este mundo y sólo podemos hacerlo desde los órganos donde se decide: dirigiendo el mundo, la política y la economía.

Otro dato para la reflexión, en este momento son mínimo 93 personas muertas por los atentados en Oslo. La violencia machista se llevó por delante en nuestro país la vida de 71 mujeres en 2010. De otras 33 víctimas en lo que llevamos de 2011. Con esto, lejos de generar polémica, sí quiero denunciar que, aunque con un impacto mucho menor que los hechos del pasado viernes, sí es cierto que existe una masacre continua mucho más sutil y silenciosa a la que desgraciadamente nos estamos acostumbrando.

Y ésta no es menos merecedora de una gran CONSTERNACIÓN…



APL



martes, 12 de julio de 2011

La CEA y su “relación” con la Violencia de Género: ¿Violencia Cero o Compromiso Cero?


Hace escasos días asistí a una reunión de trabajo del Pleno del Observatorio Andaluz de Violencia de Género.

La personas integrantes de este órgano que representamos a distintas entidades y asociaciones, tenemos, a mi entender, un objetivo común y una responsabilidad importante: avanzar en la mayor medida posible hacia la erradicación de la Violencia de Género haciendo propuestas y poniendo el mayor número de medios posible a disposición de este único objetivo.

Con ese fin y con ese ánimo participo en este foro, en representación de UGT Andalucía, y hasta el viernes, creí ilusamente (bueno tampoco tanto) que el resto de organizaciones también compartían la responsabilidad y el entusiasmo por esta tarea.

Pero parece que no, los “señores CEA” diferían, y digo “los señores” porque, a pesar de que por fin, en las dos últimas reuniones han incorporado presencia femenina, ahí sí que mandan ellos, y a los hechos me remito.

La propuesta de UGT fue crear una mesa de trabajo sobre el ámbito laboral (¡qué osadía!), donde pudiésemos tratar, entre otras cuestiones, la violencia de género en los centros de trabajo: acoso sexual y por razón de sexo, así como los derechos que las mujeres víctimas tienen en el trabajo y cualquier otra cuestión que se estimase.

Los argumentos son innumerables, pero entre los más importantes está el hecho de que tenemos que trabajar por conseguir unos centros de trabajo libres de violencia de género, recordemos que la población activa andaluza emplea 7 horas 41 minutos de media al trabajo retribuido. Aspiramos a que, cada día más mujeres se incorporen al mundo del trabajo, un mundo lo más exento de desigualdad posible. Exigimos que a las mujeres víctimas de violencia de género se les garantice la aplicación de la legislación vigente, por ejemplo en términos de flexibilidad horaria y permisos.

Incluso por una cuestión tan BÁSICA y tan PRÁCTICA como puede ser, que los miles de delegados y delegadas con que contamos los sindicatos en las distintas empresas andaluzas se conviertan en voces en contra de esta lacra y puedan difundir campañas informativas y de sensibilización surgidas de este órgano.

Un último argumento: aunque sólo sea por quedar bien, al menos por una cuestión de marketing e imagen corporativa. Pues ni eso…

La CEA, Confederación de Empresarios de Andalucía, no esta por la labor y solicitó que constase en acta que no estaba de acuerdo con la creación de este grupo específico (sí con el resto). No vaya a ser que alguien piense que en las empresas se dan casos de acoso sexual, que a una mujer con una orden de alejamiento se le deniega la reubicación en otro centro de trabajo, o cualquier otra cuestión de esta índole. Una actitud que me recuerda a las de las familias más conservadoras “en mi casa no, esas cosas aquí no pasan”.

No es fácil describir la sensación, no creo que pueda hablar de decepción pues el día a día me ha enseñado quién es cada uno, en qué parte de la mesa negociadora nos sentamos cada cual y qué intereses representamos.

Algunos, a medida que se van sintiendo cómodos políticamente, se van retirando la careta.

¿Os imagináis un órgano como este
con una administración, por ejemplo, “conservadora”?

¿con unas asociaciones de mujeres,
por ejemplo, “católicas”, “pro familia” y “antiabortistas”?

¿con unos sindicatos, por ejemplo, “corporativos” o al servicio de las patronales?

Lo que nos queda por ver….

APL

martes, 5 de julio de 2011

Esto no es una lacra social, es una vergüenza, la vergüenza más grande del país: 3 muertas en menos de 48 horas, 32 en 7 meses


Y todavía hay hombres que se atreven a esgrimir como argumento la violencia psicológica que “nosotras ejercemos sobre ellos”. Y dicen así: “vosotras” dirigiéndose a ti, apuntándote con el dedo y dejando claro que lo suyo, eso sí es "pacto de género".

¿Hasta cuando el “vosotras” frente al “nosotros”?
¿Hasta cuando la división sexual de esta sociedad?
¿Cuando seremos “personas”?
Desde luego mientras nos sigamos despertando con noticias como la de hoy, no ...

En distintas ocasiones he tenido la oportunidad de conversar sobre este asunto con hombres, compañeros de trabajo, vecinos del pueblo, familiares, sindicalistas, incluso algún varón cercano al mundo de la política. Haciendo una descripción más gráfica del momento, estos debates, que al principio parecen distendidos, fuera de micro, de atril, de grabación… vamos, sin el sometimiento de lo políticamente correcto, son los que más me acercan a la realidad, una realidad demasiado normalizada y exenta de INDIGNACIÓN.

Y dicho esto, a medida que la conversación va avanzando, sin saber muy bien por qué, una empieza notar cómo sube la tensión, cómo las distancias se amplían (hasta físicamente) y cómo, sin explicación racional alguna, una se convierte, ante los ojos de su interlocutor en una “feminista radical que no atiende a razones”

Pero... ¿Que razones? ¿Se puede ser más radical que un asesino? ¿Se puede ser más machista o misógino que cualquiera de estos agresores? ¿Qué significa que “nosotras” ejercemos violencia psicológica sobre “ellos”?¿Qué deberíamos? ¿Ejercer la violencia física también hasta asesinar? o se trata simplemente de la pueril defensa del “y tu también” en una riña de parvularios…

Lamentablemente significa el horror justificado, el terrorismo aceptado, el cinismo permitido, la humillación para muchos otros hombres (amigos, compañeros, vecinos, familiares, sindicalistas, políticos) que sí han evolucionado desde el Cro-Magnon: “unos” frente a “los otros”.



Significa la principal asignatura pendiente.
ES, SIN DUDA, UN PROBLEMA CON MAYÚSCULAS


APL

viernes, 1 de julio de 2011

Demasiados años con la casa a cuestas



Se nos asignó “por decreto”, así se decidió. Para nosotras: las tareas del hogar, la cocina, la limpieza, la compra, el cuidado de los mayores, los hijos, las hijas, las personas con alguna discapacidad… lo que tocase, o como decían nuestras abuelas, “cualquier desgracia que Dios nos mandara”.

Y así empezó todo por el módico precio de cero, o mejor dicho, de la satisfacción personal que debía sentir la mujer ejerciendo la caridad, cuidando, protegiendo y atendiendo a las personas queridas y necesitadas.

Así empezó todo y duró muchísimo, demasiado.

Perteneciendo a una nueva generación y antes de ser consciente de mi inclinación feminista como tal, algo no encajaba en mi cabeza. Solía preguntarme si existía algún motivo, alguna explicación particular para ello. No sé, algo así como si de un gen oculto se tratase o como si no nos hubiésemos percatado de que nuestras extremidades estaban mejor adaptadas ergonómicamente para el uso de la escoba, por ejemplo.

Nos hemos llevado siglos ocupándonos de la economía y la organización del hogar y de la familia, eso sí, encerraditas en casa, en lo privado.

La conquista de la calle, espacio público, ha sido, y sigue siendo vivida por el patriarcado como una osadía, una provocación y una amenaza en toda regla. A la vista está.

¿Y encima pensábamos que nos iban a pagar por ello? La sociedad, a duras penas, y tras diferentes oleadas revolucionarias protagonizadas por mujeres, como Olimpia de Gouges (quien, por cierto, acabó guillotinada), terminó entrando por el aro y reconoció nuestro trabajo como empleo. Siempre y cuando desarrollásemos trabajos “de verdad”, “como los de los hombres”.

Eso sí, un poco más baratito, que para eso nos hemos incorporado más tarde: concretamente 5.500 euros menos al año (brecha salarial).

¿Pero, también reconocer como trabajo lo que hemos hecho gratis toda la vida? Eso ya era demasiado…

Estamos asistiendo a un momento histórico, el reconocimiento del trabajo doméstico como eso,
UN TRABAJO.

Una lucha que a las mujeres sindicalistas y feministas
nos ha costado siglos



APL