viernes, 1 de julio de 2011

Demasiados años con la casa a cuestas



Se nos asignó “por decreto”, así se decidió. Para nosotras: las tareas del hogar, la cocina, la limpieza, la compra, el cuidado de los mayores, los hijos, las hijas, las personas con alguna discapacidad… lo que tocase, o como decían nuestras abuelas, “cualquier desgracia que Dios nos mandara”.

Y así empezó todo por el módico precio de cero, o mejor dicho, de la satisfacción personal que debía sentir la mujer ejerciendo la caridad, cuidando, protegiendo y atendiendo a las personas queridas y necesitadas.

Así empezó todo y duró muchísimo, demasiado.

Perteneciendo a una nueva generación y antes de ser consciente de mi inclinación feminista como tal, algo no encajaba en mi cabeza. Solía preguntarme si existía algún motivo, alguna explicación particular para ello. No sé, algo así como si de un gen oculto se tratase o como si no nos hubiésemos percatado de que nuestras extremidades estaban mejor adaptadas ergonómicamente para el uso de la escoba, por ejemplo.

Nos hemos llevado siglos ocupándonos de la economía y la organización del hogar y de la familia, eso sí, encerraditas en casa, en lo privado.

La conquista de la calle, espacio público, ha sido, y sigue siendo vivida por el patriarcado como una osadía, una provocación y una amenaza en toda regla. A la vista está.

¿Y encima pensábamos que nos iban a pagar por ello? La sociedad, a duras penas, y tras diferentes oleadas revolucionarias protagonizadas por mujeres, como Olimpia de Gouges (quien, por cierto, acabó guillotinada), terminó entrando por el aro y reconoció nuestro trabajo como empleo. Siempre y cuando desarrollásemos trabajos “de verdad”, “como los de los hombres”.

Eso sí, un poco más baratito, que para eso nos hemos incorporado más tarde: concretamente 5.500 euros menos al año (brecha salarial).

¿Pero, también reconocer como trabajo lo que hemos hecho gratis toda la vida? Eso ya era demasiado…

Estamos asistiendo a un momento histórico, el reconocimiento del trabajo doméstico como eso,
UN TRABAJO.

Una lucha que a las mujeres sindicalistas y feministas
nos ha costado siglos



APL


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