martes, 11 de octubre de 2011

Ellos tenían el bar, nosotras tenemos la escuela

 


Convivimos con una cultura patriarcal, es decir,  un sistema en el que el rol del varón predomina sobre el de la mujer. Este modelo está instaurado en nuestra sociedad desde hace siglos. Sus raíces se hunden muy profundas y las consecuencias son especialmente visibles en las organizaciones de todo tipo. Llámense asociaciones, peñas, partidos políticos, sindicatos…

Como Secretaria de la Mujer me toca, con el resto de mujeres, compañeras de trabajo, analizar y combatir este comportamiento en el día a día dentro de la organización a la que pertenezco, UGT Andalucía.

Cualquier mujer que haya tenido una mínima trayectoria en el seno de esta organización en, al menos, la última década compartirá con toda probabilidad las reflexiones de este post.

Cuando una se “abstrae” y observa, ve cómo la sociedad reproduce comportamientos misóginos y machistas a diario y por momentos, pero es que a medida que una se va acercando al terreno de juego, va sintiéndolo mucho más. Especialmente cuando una colabora o milita en cualquier estructura participativa conformada por personas de ambos sexos y donde exista una mínima jerarquía de poder. El poder lo siguen ostentando y ejerciendo ellos, con muy poco interés además por compartirlo.

El sindicato, como organización representativa de la sociedad que es, reproduce esos roles y estereotipos,  desde mi punto de vista, demasiado. Tanto, que a veces aunque sólo fuera en esto, ya me gustaría que fuésemos menos representativos…

A medida que pasan los años, voy teniendo una mayor perspectiva de este problema -que lo es- y a la vez se incrementa mi interés por  denunciarlo, visibilizarlo, combatirlo y avanzar hasta alcanzar un entorno donde mujeres y hombres seamos iguales en derechos y oportunidades. Me resisto a resignarme.


En el sindicato desde los veinticinco


Aterricé en el sindicato allá por el año 2001, con veinticinco años. Una edad, por cierto, a la que algunos compañeros ya habían sido Secretarios Generales (máximo cargo de responsabilidad en UGT). Desde el principio me sentí muy identificada con las reivindicaciones y el trabajo que se desarrollaba en un sindicato, cuestión de la que, por otro lado, algo había conocido durante mi niñez en el entorno familiar.

Nunca dejó de resultarme peculiar e interesante observar los comportamientos con los que se desarrollaba la actividad sindical.

Eran largas las horas de trabajo, en las que los compañeros atendían múltiples conflictos en empresas, negociaban convenios colectivos y otro tipo de acuerdos,  realizaban procesos electorales, asesoraban directamente a personas afiliadas o no sobre despidos, reclamaciones de cantidad, derechos como permisos, salarios, etc.
Pero especialmente curiosa me resultaba la prolongación de la jornada por parte de los responsables políticos del sindicato.

Tras estas horas de trabajo la jornada se prolongaba en el bar, allí se desarrollaba otra parte del trabajo, que tenía que ver con las líneas hacia donde debía orientarse interna y externamente el sindicato, decisiones políticas…

Incluso se debatía sobre la idoneidad de ciertas personas en cargos de dirección, principalmente en etapas de procesos electorales de la estructura (congresos). En estos debates tan “importantes”, por supuesto, no participaban las mujeres. No sólo porque escaseaban, sino también porque las pocas que había probablemente no podían prolongar su jornada para tomar algo en el bar. Tenían que atender esas otras tareas del espacio privado (casa y familia).

Ni que decir tiene que los compañeros sí podían tener dedicación exclusiva y “hacer política” porque siempre había una mujer detrás, generalmente la esposa o la madre, que se ocupaba de las tareas domésticas y el cuidado de familiares.

A medida que se ha ido incrementando la presencia femenina en el mundo sindical, mujeres y hombres con responsabilidad han sido capaces de detectar estos desequilibrios y el sindicato ha sido capaz de proponer medidas que en un futuro más cercano que lejano puedan corregir esta injusticia.


Escuela de Mujeres Dirigentes


Especialmente importante es la iniciativa de la Escuela de Mujeres Dirigentes de UGT, que una vez al año desde hace seis, reúne a más de cien mujeres de todo el territorio nacional en Galicia. Una Escuela donde las mujeres sindicalistas de UGT, además de prepararnos y formarnos para ejercer el poder aprovechando nuestros valores y nuestras diferencias (pues se trata de eso, ejercer el poder de una manera distinta y de enriquecer al sindicato de nuestra perspectiva), también encontramos  ese espacio que probablemente nuestros compañeros encontraban antaño en el bar. Supone esta Escuela un foro de debate, un espacio donde marcar estrategias comunes, un lugar donde el pacto de género se cultiva.


Igualdad, esa “ñoñería” inofensiva


Es curioso descubrir cómo nuestros propios compañeros siguen pensando en esta escuela como algo “color de rosa”, algo relacionado con la igualdad, esa ñoñería inofensiva que no supone amenaza alguna para su estatus sindical. Sin embargo cuando una participa en ella, descubre talleres muy instructivos: por ejemplo  sobre cómo incorporar el género a nuestro trabajo sindical, o el nuevo liderazgo sindical con perspectiva de género, los trabajos en equipo desde la perspectiva de género, el empoderamiento y el desarrollo de redes en el marco sindical…

En los ratos libres, entre pasillos, durante la comida, incluso por la noche, finalizada ya la jornada lectiva, las conversaciones y debates entre las mujeres son tan interesantes y actuales como constructivos, cuestiones como las liberaciones, el bloqueo de las negociaciones, la debacle política que está tomando el país, la postura antisindical de las administraciones, las políticas antisociales del partido que hasta hoy ha sido la referencia de la izquierda en el poder, etc.

De vital importancia debe ser además el hecho de que en esta escuela no sólo se formen mujeres con responsabilidad en políticas de igualdad y género, sino también Secretarias Generales, de Organización, Administración etc.

Es importante no sólo tener en cuenta lo que cuesta ocupar esos espacios de poder, sino además mantenernos ahí, decidiendo y dirigiendo el sindicato. Debemos trabajar todas en la misma dirección y abrirnos las puertas unas a otras. De lo contrario corremos el riesgo de perpetuar la eterna rotación de mujeres en los cargos. Es decir, la cuota se garantizará pero nos irán cambiando a unas y otras, de manera que duremos un cuarto de horas en los puestos de dirección, impidiendo así la consolidación de nuestras políticas, ideología y planteamientos.

Algunos preguntan:
¿por qué tiene que haber una Escuela de Mujeres?
Y pregunto yo:
¿Por qué tuvo que hacerse durante tanto tiempo política en los bares?

La apuesta que el sindicato debe hacer por iniciativas
 en las que se consoliden nuevos perfiles de liderazgo debe ser contundente.
No podemos olvidar que las mujeres representamos
más de la mitad de la población.

APL



En el centro Almudena Fontecha, Sª para la Igualdad de UGT



Dolors Renau y Ana Rubio



 



2 comentarios:

  1. ja,ja,ja... muy bueno, Ana. Yo, como hombre, añadiría un matiz. El poder ni se crea ni se destruye, se transmite o emigra. Además, el poder siempre es celoso de sí mismo, e intenta conservarse inmutable. Por ello, además de construir entre todas y todos una cultura "intergénero" (que no "multigénero) tenemos que evitar que el nuevo poder continúe siendo entrópico.

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  2. Buenas tardes Ana

    No conocía tu blog y me ha dejado gratamente sorprendido. He trabajado durante años en temas de Mujer y en Jun tuve que ocupar durante el período 1991-1995 la concejalía de Mujer del Ayuntamiento. Me gusta como enfocas los temas.

    Un saludo,

    JOSE ANTONIO RODRIGUEZ SALAS
    Alcalde de Jun

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