Cuando hablamos de mujeres jóvenes nos imaginamos una generación de chicas muy preparadas, con pleno acceso a la educación y al empleo, muy alejadas de los referentes de generaciones anteriores y muy a salvo de ser discriminadas por el hecho de ser mujeres. Claro que esa idea preconcebida responde a una estrategia de marketing del patriarcado para que pensemos eso, que las jóvenes hemos superado determinados roles sexistas y que ni nuestros compañeros ni la sociedad en la que vivimos son machistas, por eso nos genera tanto rechazo el feminismo. Nos han vendido, y muy bien, que las feministas son unas locas todas, lesbianas y feas, que odian al sexo opuesto y que están absolutamente desfasadas en los tiempos que corren.
Permitidme que me indigne, y que desmonte mitos, que ya es hora, pues creer eso nos convierte en ilusas y, lo que es peor, creemos que somos iguales, rechazamos los mecanismos de igualdad existentes, y ¡zas! caemos en la trampa: ¿cuando nos vamos a enterar de que los cambios no son para que todo siga igual?
Los nuevos discursos de las personas que hablan de las “feminazis”, la teoría radical del co-lecho, el síndrome de alienación parental (SAP), la negación de las cuotas y las leyes y medidas de igualdad, etc. no son más que una estrategia neomachista para mantener a las mujeres en la sociedad como ciudadanas de segunda con respecto a los hombres, que al final, son los buenos, y, que casualidad, los que mandan.
No puedo entender estos espejismos de igualdad cuando veo en las noticias mujeres jóvenes asesinadas por sus parejas, también jóvenes, cuando tantas de nosotras no podemos entrar a trabajar en empresas masculinizadas, y tenemos las peores condiciones peores en empresas feminizadas, cuando por un lado se nos presiona para ser madres y por otro, las que queremos serlo tenemos que posponer, o directamente renunciar, a la maternidad para continuar con nuestras carreras profesionales, cuando se nos siguen imponiendo los roles de cuidados, cuando somos víctimas, una y otra vez, de violencia económica en las empresas, imponiéndonos como condición para tener un empleo la precariedad, con peores condiciones laborales y salarios que nuestros compañeros, cuando sufrimos también violencia con los acosos sexuales y acosos morales que se basan en el hecho de que seamos mujeres y ejerzamos nuestro derecho a la conciliación. Yo también estoy hablando de mujeres jóvenes.
Y ahora llegan las reformas y los recortes: las mujeres no podremos abortar libremente, podremos no tener acceso a la píldora del día después, y las legislaciones de igualdad se están incumpliendo sistemáticamente.
Además, tenemos una reforma laboral que penaliza a quién asume las responsabilidades familiares y de cuidado, nosotras, con una mayor disponibilidad para las empresas en todos los aspectos, con contratos formativos más largos y precarios, con menores medidas de conciliación, con medidas que fomentan que la conciliación pasa, bien por abandonar tu puesto de trabajo, bien por trabajar y emplearte en casa, con un despido libre y gratuito en muchos casos, o muy barato en otras, con contratos a tiempos parciales con disponibilidad completa. Todas estas disposiciones parecen estár orientadas a que las mujeres abandonemos el mercado laboral ahora que hay mucho menos empleo..
Yo les pregunto a las chicas de mi generación y más jóvenes:
¿de verdad pensáis que tenemos los mismos derechos que los hombres?
La principal causa de discriminación contra las mujeres es negar la existencia de tal discriminación, piénsalo bien, si la respuesta es afirmativa, te están engañando.
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