APL. Barcelona, julio 2012
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Hace unos días tuvimos noticia de que Viviane Reding, Comisaria de Justicia y Derechos Fundamentales, trabaja en una propuesta que pretende implantar la paridad, es decir una cuota mínima femenina de un 40%, en los consejos de administración de las compañías europeas. El revuelo no ha tardado levantarse y varios países europeos, con el Reino Unido a la cabeza, se han opuesto rotundamente a esta iniciativa.
No me extraña en absoluto, supongo que forma parte de la “recesión ideológica” que arrasa Europa.
En esto, como en todo, opiniones hay para todos los gustos. Las de mal gusto abundan especialmente y hasta el tipo más “alternativo” saca su lado conservador e inmoral para razonar su desacuerdo con el supuesto hecho de que se valore “el sexo por encima de la capacidad”. Algunos ni tan siquiera por ser “políticamente correctos” dejan de esgrimir el lamentable argumento de que las cuotas pueden motivar la presencia de mujeres en cargos de dirección sin que éstas se encuentren preparadas o “valgan” para desempeñar funciones de alta responsabilidad. Y el más cazurro se empeña en sostener que se trata de una discriminación hacia los varones.
Ante semejantes planteamientos a una se le revuelve el estómago y le retumban en la cabeza inolvidables imágenes. Todas –y todos- hemos conocido algún (algunos, varios y hasta muchos, dependiendo del entorno) varones que, sin necesidad de cuota –ni de explicación posible-, han llegado a altos cargos para mayor ridículo de la especie humana. Sin embargo aunque haya quien no dé crédito, nadie, al parecer, cuestionó su "capacidad".
Lo que está claro es que la inercia no ayuda, aún nos arrastra al punto inicial. Y así lo revelan los datos de un pequeño informe que hemos elaborado desde la Secretaría de la Mujer de UGT Andalucía. Cuando los números cantan no hay argumentos posibles.
Durante siglos, social, política y económicamente hemos estado dónde hemos podido o nos han dejado. En el espacio privado y no en el público, en el trabajo sin cobrar y no en el empleo retribuido y cotizado, en las tareas domésticas, de limpieza del hogar del cuidado de niños, dependientes y mayores, y no en las tareas profesionales y bien reconocidas. Mientras ellos promocionaban, se profesionalizaban y aprendían a moverse con soltura en ese espacio público de la vida o en la vida pública ¿a que podíamos aspirar nosotras? ¿a reinas de la casa?
Durante siglos, social, política y económicamente hemos estado dónde hemos podido o nos han dejado. En el espacio privado y no en el público, en el trabajo sin cobrar y no en el empleo retribuido y cotizado, en las tareas domésticas, de limpieza del hogar del cuidado de niños, dependientes y mayores, y no en las tareas profesionales y bien reconocidas. Mientras ellos promocionaban, se profesionalizaban y aprendían a moverse con soltura en ese espacio público de la vida o en la vida pública ¿a que podíamos aspirar nosotras? ¿a reinas de la casa?
Afortunadamente y con mucho esfuerzo los tiempos han ido cambiando, la sociedad y muchos de nuestros compañeros también han entendido la injusticia de esta realidad y se ha forzado un camino distinto. Clave han sido las acciones positivas, entre ellas la tan cuestionada cuota. Sin duda sin ella no estaríamos. Y tenemos el mismo derecho a estar en esos espacios donde se decide, se dirige y sí, “se manda”. Recordemos que somos algo más de la mitad de la población mundial, si ésta no decide ni participa del poder, dudosamente podemos hablar de democracia representativa o real. Hasta que la inercia deje de empujarnos hacia atrás, la cuota debe permanecer como medida temporal.
No son tiempos para seguir haciéndonos trampas en el solitario.
Aquello de buscar el atajo de la mujer florero para cubrir las cuotas sólo es una trampa para seguir concentrando el poder en manos masculinas.
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