Que las mujeres somos más de la mitad de la población y que seguimos estando infrarrepresentadas en los cargos de responsabilidad es una realidad indecente. Las decisiones políticas, económicas, sociales y demás, siguen estando, en última instancia, en manos de varones: presidentes de gobiernos, directivos de la banca, empresarios…y un largo etcétera. Es una rémora que venimos arrastrando durante demasiado tiempo y que tiene que ver con esa incorporación aún incompleta, en desigualdad de condiciones de la mujer al espacio público, aquí, donde se desarrollan todas esas actividades que nada tienen que ver con las del mundo privado, la casa, la familia y el hogar. Afortunadamente desde muchos flancos continuamos en la lucha y en la denuncia de esta situación.
Ahora bien, no es menos cierto que a la hora de ejercer el poder hay formas y maneras. Las mujeres nos sentimos más o menos identificadas con los líderes dependiendo de la política que hagan, me refiero a las decisiones políticas que tomen y a la forma en que esa política se lleve a cabo, y me refiero también al modelo de liderazgo que éstos ejerzan.
He insistido en anteriores entradas a este blog sobre las consecuencias de los recortes en lo público y en cómo esto nos afecta principalmente a nosotras. Es a ello a lo que me refiero cuando digo que no es lo mismo hacer una política que otra. Un ejemplo claro es el actual presidente del gobierno, por mucho que Mariano Rajoy se rodee de mujeres con una importante cuota de poder, éstas, en la línea de su partido, ejercen políticas que nos perjudican y dificultan nuestra incorporación a ese mundo de lo público. No todas tenemos estatus de condesa o ministra del PP, por ejemplo. No todas tenemos la posibilidad de que otra mujer nos lleve las tareas domésticas y familiares. La gran mayoría de mujeres necesitamos de una red de servicios públicos que atiendan esas tareas (guarderías, comedores escolares, atención a la dependencia, sanidad etc.), además de unas políticas que vayan fomentando un sistema que propicie la educación en valores y una mayor corresponsabilidad cada día. La incorporación del varón al espacio privado de una manera activa es fundamental. Como digo, no todas tenemos ese estatus, necesitamos esa red pública, y eso, para trabajar simplemente en un supermercado. Así que no, no es lo mismo una política que otra.
Por otro lado, otra cuestión mucho más compleja de analizar es el tipo de liderazgo. Cada época tiene su momento y si miramos atrás podremos observar cambios que merecen un análisis profundo. Los tiempos han cambiado, y los líderes progresistas también están haciéndolo. Frente a líderes dictatoriales, agresivos, dominantes, impositores, estáticos, con posturas intolerantes y excesivamente piramidales, surgen nuevos modelos de dirección, nuevas formas de hacer política que favorecen mucho más la integración y participación de la mujer en estos espacios.
Es fundamental destacar que las mujeres nos sentimos mucho más cómodas y podemos aportar mucho más en entornos de trabajo distintos.
Espero no equivocarme, pero el liderazgo representado por Hollande y Griñán, que fácilmente, y a juzgar por la edad, podría ser conservador, me parece, a priori, justo lo contrario. Parecen estar más cercanos a un “ecosistema” diferente y moderno. El talante conciliador, el aire innovador, el tono humilde, el discurso integrador y cercano…todo ello junto conforma un panorama distinto y una forma de trabajo donde el poder es un poder compartido y no prestado, donde el líder delega en su equipo y el reparto de tareas y funciones a desarrollar confiere un papel fundamental a cada persona que forma parte de él, también de las mujeres. Sólo así, entiendo se optimiza el trabajo y se proyecta en el pueblo confianza. Hace mucha falta que la sociedad se identifique con sus líderes y que las mujeres y jóvenes nos sintamos representados en la política.
Al menos en el caso de Griñán es incuestionable, y no hace falta detallar demasiado su apuesta por dar un papel relevante a mujeres. Sin conocer muy de cerca la situación o entramado político, visto desde fuera y con las “gafas violetas” puestas, es muy obvio que su apuesta por las mujeres y la juventud se ha materializado en el nuevo gobierno, donde, entre otras cosas, el Instituto Andaluz de la Mujer y el Instituto Andaluz de la Juventud pasan a depender de la consejera más joven, la de Presidencia.
Recomiendo la lectura del libro “Los nuevos hombres nuevos” una publicación de Miguel Lorente que describe el “posmachismo” casi como una trampa para aparentar cambios pero prolongar los mismos roles machistas de siempre. Aunque es un análisis crítico: “el mensaje del presente libro es esperanzador: el fin de la desigualdad es inevitable y será irreversible. Lo importante, lo decisivo, es llegar a ese momento después de una revisión de raíz de los papeles masculinos. Para encontrar a los “nuevos hombres nuevos”. Sólo de este modo, más que cambiar para que todo siga igual será posible, y de una vez por todas, alcanzar la “igualdad para seguir cambiando”.
Viejos mitos, errores reiterados, nuevas actitudes. Un diagnóstico lúcido y progresista sobre los obstáculos que aún hoy dificultan el camino hacia la igualdad entre sexos”.
Merece también la pena oír los discursos de ambos líderes socialistas.
APL
Espero que estos no sean tan sinvergüenzas y chorizos como sus compañeros anteriores
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