Cuando redacté el post “Veintiocho de febrero de dos mil doce en un rincón de Andalucía”, la emotividad, el desconcierto y la inquietud, impregnaban el ambiente que aquel día compartimos un grupo de amigos y amigas con motivo del día de Andalucía.
Se acercaban las elecciones andaluzas y la preocupación por el resultado no era en vano. Aunque nadie esperaba el implacable ritmo que Mariano Rajoy le iba a imprimir a su “particular gobierno”, sí que conocíamos de buena tinta el modelo por el que apostaban y su incompatibilidad con las necesidades y derechos de la ciudadanía de a pie.
Hace apenas unas horas, Griñán (PSOE) ha tomado posesión del Gobierno Andaluz, lo que significa que los cimientos y las bases de la izquierda andaluza son sólidas y no han permitido que finalmente "el vaivén de la gélida marea azul derribase el muro de contención llamado Despeñaperros".
En Andalucía gobierna la izquierda y eso me produce muchísima satisfacción, tanta, que pienso disimularla casi de la misma manera que la CEOE (los empresarios) cuando el PP, con Rajoy a la cabeza, ganó las generales. A alguno le faltó sacar a la ministra Báñez bajo palio. Y es que, cada signo político tiene sus señas de identidad, nada que ver unos planteamientos con otros, nada que ver el progreso con el conservadurismo, y lamentablemente, nada tienen que ver hoy los intereses salvajes y estrictamente económicos con las necesidades del pueblo, que dicho sea de paso -y de una manera muy básica-, son quienes convierten la materia prima en economía con su fuerza de trabajo.
Hay veces que precisamente las personas que representamos los intereses de izquierdas y progresistas, tendemos a evitar opinar, por aquello de que se nos vincula a partidos políticos, por aquello de la agresividad con la que nos atacan y sobre todo, por aquello de no tensar y romper la cuerda del equilibrio social.
¿Y qué pasa si se nos vincula con partidos políticos que comparten ideología?
¿Es que hay que esconderse?
¿Es que tiene una que renunciar a sus principios?
¿Cuándo además apenas que esos mismos partidos al gobernar “se columpian” y flaquean perjudicando los intereses de aquellas personas a las que representamos, no dudamos en salir a la calle y llegado el caso, incluso convocar una huelga general?
Lo que sí es cierto, y sobre eso debiéramos reflexionar, es que a la CEOE (los empresarios) no les pasa factura representar y ser brazo ejecutor -en los centros de trabajo y en la sociedad en general- de las directrices del conservadurismo más rancio y anticuado: las del PP.
Lo que sí es cierto, y sobre eso debiéramos reflexionar, es que a
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