La expresión “petit comité” significa literalmente “pequeño comité” y hace referencia a un grupo menor de personas. “En petit comité” significa con la presencia o la anuencia de muy pocas personas.
La expresión, sin que a priori tenga connotaciones negativas, la verdad es que a mí cada día me suena peor, sobre todo con la que está cayendo a nivel social.
Supongo que, como tanta otra gente, llevo demasiado tiempo topándome de bruces con “el petit comité” disfrazado de “seres humanísimos” a cual más peculiar. Le Petit Comité está omnipresente en cualquier espacio terrenal, por no hablar del "presunto" espacio divino. Ya sean organizaciones políticas, empresariales, asociaciones, peñas, comunidades de vecinos, etcétera. Cualquier estructura “que se precie” mínimamente ha de contar con una “élite”, qué menos.
El análisis de este grupúsculo y de su peculiar comportamiento es digno de una tesis doctoral. Se trata de una especie de “comité de sabios” masculinizado, que por sus meritorias trayectorias vitales han llegado donde están. Como llegar ahí no parece fácil, uno de los comportamientos más característicos es encargarse de “remarcarlo” en cada gesto o tic. Otra de las conductas innatas a esta élite es marcar distancias de manera visible con “la plebe”. Mezclarse con el resto, pone en riesgo precisamente esa seña de identidad: el carácter elitista del grupo. Particularmente esta actitud se llega a verbalizar a menudo mediante la frase directa “esto ya lo decidiremos en petit comité”.
Al margen de los comportamientos, tics, conductas, posturas, etcétera… que no dejan de ser algo meramente superficial o estético y que sólo les sirve como momento de gloria. Lo más preocupante de la citada “élite” son los efectos colaterales que, a niveles sociopolíticos, tiene el hecho de que estén tan extendidas. Y es que el “petit comité” vive tan enclaustrado que no se percata de que hace tiempo que los cristales de su despacho se cubren de vaho. Es precisamente su sentimiento de superioridad lo que le impide coger un paño, despejarlos y asomarse a la valiosísima ventana de la calle. A través del cristal se ve una masa que se tira a la calle sin pedir permiso, que desprende indignación por los poros y que no me atrevería yo a decir que no necesite de un “petit comité”, pero desde luego sin ese carácter excluyente. Porque parece que es precisamente el constante e insolente repudio lo que ha motivado a tanta gente a buscarse la vida al otro lado del cristal.
Es en la calle donde las constantes vitales bombean a golpe de porra peleando por una supervivencia necesaria y por una democracia auténtica
Estos días en que tanto se habla de la desafección política, sugiero buscar la clave dentro y no fuera. La participación en las calles es tan obvia como incontrolada ya, es precisamente dentro de las estructuras políticas donde se hace impermeable esta participación. Y desde luego mientras “el petit comité” siga siendo tan elitista como vertical participar será imposible.
APL
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